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sábado, 31 de marzo de 2012

Rhum arrangé: regreso a La Réunión

Los viajes empiezan cuando descubres que tienes ganas de viajar a un lugar y empiezas a hacer planes, a imaginarte descubriendo sus secretos... y no terminan hasta que olvidas los pequeños detalles que hacen ese lugar especial.

Las mejores formas de revisitar los destinos son, para mí:


  • reunirse con las personas con las que compartiste la experiencia y recordar las anécdotas, reír y pensar en aquellos que en esta ocasión no han podido unirse a la celebración;
  • un buen álbum de fotos físico, bien sea preparándolo con mimo, anotando los detalles, o compartiéndolo con algún amigo, o simplemente abriendo sus páginas justo antes de irse a dormir. El problema es que ya poca gente dedica tiempo a prepararlos, y los álbumes digitales no funcionan igual. Por no hablar de tantas y tantas carpetas olvidadas en algún disco duro;
  • sabores y aromas. Sin duda alguna, la forma más potente de evocar un recuerdo.

El otro día encontré en un cajón un sobrecito que me trajo hace un par de años una amiga que estuvo en la Isla de La Réunión. Contenía todo lo necesario para transformar una botella de ron blanco en el licor estrella de las islas mascareñas: el ron preparado. En este caso, el sobre contenía canela, hojas de varias plantas aromáticas, especias locales de la isla, corteza de cítricos, sirope de maracuyá y no podía faltar la vainilla Bourbon, una de las más apreciadas del mundo por su intenso aroma.

Todo listo para viajar a La Réunion

Esta mañana he salido a comprar un litro de buen ron, he elegido una botella de cuello ancho para poder introducir todos los ingredientes sin romperlos, y he abierto el sobre cuidadosamente. Ha sido oler la vainilla y verme transportado al instante a uno de los mejores momentos en mi estancia en la isla. Llegar a un îlet, pequeño pueblo entre riscos verdes del circo de Mafate, después de una marcha dura de esas que rompen piernas, y verte recibido por una señora que, alertada de nuestra llegada por un par de montañeros que nos habían adelantado en una de nuestras pausas, había preparado unos trozos de fruta resca y un vasito de ron preparado con nísperos para darnos la bienvenida. Allí sentados todos, cansados pero satisfechos por haber llegado al final del día, riendo y compartiendo aquella fruta, rodeados de la naturaleza en estado puro, uno se sentía vivo, eso era felicidad.

Vista del circo de Mafate (photo: Serge Gelabert)
Ya he cerrado la botella y ahora queda esperar a que se macere bien. En cuatro semanas estará lista para ser abierta y disfrutada.
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