El verano en nuestro país se ha convertido, de un tiempo a esta parte, en sinónimo de festivales de todo tipo (aún resuenan los tambores del Rock In Río Madrid). Se podría hacer un blog sólo sobre este tema (seguro que lo hay), con crónicas desde los festivales de música en playas y en interior, teatro clásico en Almagro o en Mérida, Semanas Negras (y de todos los colores), y el colofón con el clásico Festival de Cine de San Sebastián en Septiembre.
Hay quien va a los festivales solo por el ambientillo que se respira (foto: blog El Alquiler de Coches) |
Los festivales musicales han sufrido su propio Efecto Guggenheim, aunque a pequeña escala. Una explosión de eventos nacidos con el objetivo de emular el éxito del FIB de Benicassim. Muchos ya son ilustres cadáveres que no duraron más de dos o tres ediciones, como el SummerCase que se celebraba en Madrid y Barcelona simultáneamente y que se atrevió a disputar el trono al FIB, pujando por las estrellas más brillantes del panorama musical. Otros, en cambio, se han asentado con un tamaño medio y tienen un público fiel, aunque la crisis se hace sentir como en todos los ámbitos. Incluso algunos se han salido de la temporada de verano y ya campan por todo el año. Aquí hay clásicos como el Viña Rock y recién llegados ilustres como el SOS 4.8 de Murcia
No quiero llamar la atención con estas palabras sobre los festivales, sino sobre el efecto que estos tienen sobre la imagen proyectada las ciudades o pueblos que los acogen. Porque en realidad el festival musical tienen un impacto publicitario discreto; atrae a un público muy concreto, que varía según el estilo musical o la disciplina artística de que se trate. Muchas veces las corporaciones municipales carecen de un plan para rentabilizarlos, pese a que se dejan en ellos una gran parte del presupuesto de cultura, e incluso provocan una oposición interna por parte de aquellos ciudadanos que eligieron vivir en ese municipio precisamente por ser un lugar tranquilo y aislado, y se lo encuentran invadido por una masa de gente con ganas de aprovechar al máximo los días de festival.
[No estoy diciendo que los festivaleros sean (seamos) una masa de descerebrados ni que los pueblos que nos acogen nos vean siempre como a una plaga. En Alburquerque tratan con mucho mimo a los que van al ContemPOPranea, y es una relación de beneficio mutuo porque no se concibe el festival sin el pueblo. Pero en ocasiones la cosa se desmadra, sobre todo si no está bien planificado, y en ese caso el descontento suele ser general: público, vecinos y autoridades acaban enfadados. Por suerte, ese no es el caso general.]
Bueno, que me estoy enrollando. Que yo lo que quería era dar a conocer este video viral que me ha llegado y que promociona de una forma muy sui generis el festival de música independiente Low Cost y el atractivo turístico de Benidorm.
¿Y vosotros qué opináis del vídeo? ¡Dejad un comentario, venga!
PD: post inspirado por los Fibers que viajaban en mi mismo vagón del Euromed.